dilluns, 29 de desembre del 2014

LA FIESTA DE LOS ÁRBOLES






Como cada solsticio de invierno, aprovechando que la noche era la más larga del año, todos los árboles del bosque se reunían para celebrar su fiesta particular.
Aquel año la caminata fue muy dura, pues los incendios, la falta de lluvias y las talas que realizadas por los humanos hacían que cada vez resultara más difícil encontrar un sitio seguro en lo más espeso del bosque, alejados de cualquier mirada indiscreta.
Aquel año la caminata fue muy dura, pues los incendios, la falta de lluvias y las talas que realizadas por los humanos hacían que cada vez resultara más difícil encontrar un sitio seguro en lo más espeso del bosque, alejados de cualquier mirada indiscreta.Llegaron todos puntuales a la cita. En un claro del bosque un gran alcornoque milenario presidia la reunión, en la que todos lucían sus mejores galas y comentaban lo sucedido desde el año anterior.Pero no todos sonreían, en un rincón alejado un pequeño abeto sollozaba muy triste. El avellano se dio cuenta y se lo dijo al gran alcornoque. En un momento se formo corro alrededor del pequeño abeto. – ¿por que estas triste? le dijo el alcornoque- Es que vosotros sois muy altos y fuertes… snif y tenéis frutos de colores brillantes, y yo muy pequeño y solo tengo mis ramas verdes.Los venerables árboles dialogaron un largo rato y decidieron actuar para que aquel pequeño abeto dejase de llorarAsí el Tejo fue el primero en ofrecerle un par de semillas rojo-anaranjadas que colgaron de sus ramasEl madroño hizo lo mismo y le dio unos maravillosos frutos rojo intensos.El majuelo ofreció sus bayas, el alcornoque la encina y el roble le dieron unas bellotas. El quejigo unas pequeñas agallas redondas. El castaño unos erizos con castañas, el pino dio unas grandes piñas, el romero ofreció sus flores azuladas… y así uno tras otro fueron adornando al pequeño abeto el cual se iba poniendo cada vez más contento.Incluso algunas setas amigas se unieron y rodearon en un corro multicolor el pie del abeto, Finalmente la hiedra y la madreselva le colocaron unas ramillas que a modo de guirnaldas. Fue una gran noche de celebración, todos juntos en familia rieron y bailaron hasta que llego el alba.Y ocurrió que el pequeño abeto, cansado de tanta felicidad se quedo dormido…Fue un crujido de una rama cercana lo que le hizo despertar, abrió un ojo muy despacio y vio como un leñador que recolectaba ramas en las cercanías se había parado al verlo y lo observaba con los ojos muy abiertos, asombrado por lo bonito y bien decorado que estaba.
Y al parecer todos los árboles del bosque se siguen reuniendo cada solsticio de invierno en un lugar secreto de los bosques, entre ellos el pequeño abeto.Y según cuentan, el hombre, envidioso de no poder acompañarlos, decora por estas fechas un pequeño abeto para recordar aquel encuentro maravilloso.





Francisco Galo, Ingeniero Técnico Forestal
Lo escribió para sus hijas

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